17 de febrero de 2008

Sin Título:



(Al principio tenía título, pero... se voló con el viento.)

Los Sujetos y las Sujetas urbanos vivimos en un constante aislamiento del paisaje natural. Donde árboles y tierra significan alergias, irritaciones nasales y más horas de aspiradoras. Donde mar, montaña y caminos habitan un vernáculo mundo de cámara digital. Donde la lluvia marca el ritmo de lavaderos de autos y el viento despeina los peinados coquetos.
200 Km al norte de San Juan Capital, el campo y la montaña extasían la mirada, y ÉL o Ella quedan como figuritas de papel pinchadas en los ojos al paisaje. Todo interior desaparece, los recuerdos ya no tienen sentido y el tiempo se convierte en una metáfora hueca en la que las tribus reproducen un eco ridículo pero sublime.
A partir de esos primeros minutos del primitivo encuentro con el paisaje, cierto delirio irreversible se apodera de Ellos y ya nunca los suelta.
A partir de ese momento vagan errantes por las calles de un pueblo que se vertebra con una sola calle principal.
Un pueblito que tiene el cementerio en una punta y la salida al camino en la otra. Un pueblito ancestral, que callado en la montaña ha repetido el mismo rito durante cientos de años. Un pueblito al que se le superpone otro pueblo, que continuamente se está formando, con gente que llega desde lugares distantes, navegando en olas hechas de sueños y vientos interminables. Un pueblito efímero y colorido que casi se opone al otro pueblo de los antiguos. Un pueblito en el que coinciden, en una borrachera que al otro día todavía dura, un sujeto urbano dislocado y un lugareño atado a su caballo. Un pueblito que tiene una mujer enana, sentada en la punta de la calle en cierta piedra, con atuendo negro, custodiando quién sabe que saberes de magia negra. El pueblito de antes y el nuevo están cosidos en la orilla por una costura prolija, hecha de pespuntes de un viento que llega invariablemente cuando el sol no hace sombra.
Sujeto y Sujeta atraviesan la tranquera y extraviados en el bosque juegan a ser álamos y extienden las manos hacia el cielo; Así olvidan que vienen de ciertos lugares en que son muchos, hasta olvidan que fueron dos hace unos días.
Se enarbolan, se agitan en las puntas de las hojas y ya no son ellos mismos. Los Sujetos invadidos de paisaje ya no son ellos, la montaña, la locura y el viento están en su lugar con forma humana.
Quedan pocos metros para llegar a la Posta, las flores voladas son un augurio de lo que se aproxima, apenas adentro.
Todo esto para decir que las ventanitas de los ranchos cuentan historias de lugareños escondidos en sus casas, que han conjurado el interior con un amuleto de paja y barro que algunos llaman adobes.
Los mismos lugareños que hacen ventanitas pequeñas para no ver y crecen y viven en un sueño raro, entre el abismo del barranco y la penumbra del rancho.
Él y Ella intuyen la magia que hay en Posta Huayra cuando cruzan la puerta y descubren los cuatro ventanales enormes; Ellos descubren el equilibrio entre la medida del lugar y las múltiples medidas de los sujetos urbanos.
Donde el paisaje, desde el sillón crispado, se ve como una pintura en un marco, y ese paisaje ya no es el mismo, porque no es ilimitado, y no abruma como antes.
Los ventanales conjuran el abismo que produce ver tanto paisaje acumulado. Los ventanales inventan un modo de mirar la montaña, para que los sujetos no pierdan la cordura y queden, irremediablemente, de aquel lado del mundo, en el que los aparecidos circulan sin castigo y se sientan a la mesa.
Los ventanales componen una secuencia de historieta y la ironía se va corriendo desde la inmensidad absoluta de la montaña, hacia los Sujetos que ya están a salvo de Todo, y son muchos o dos o uno, descubriendo la magia del viento, acompañados de buena música y misteriosos vinos.

TxT. Andrea Benavídez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

que bueno !!!

Anónimo dijo...

¨Aquí el único que corre es el viento¨ Ese debe ser su lema. El tiempo no corre, no hay lugar para la prisa.
Gracias Cecilia y Esteban por tanta hospitalidad.
Saludos, Paula, Marcelo y Sofi

Anónimo dijo...

Hola somos Daniel y Natalia y no alcanzan las palabras para describir lo hermoso del paisaje, la atencion de Cecilia y Esteban. Simplemente un lugar unico en nuestro país. Super recomendable, no sólo por la comida y hospedaje, sino también por que ahi el tiempo no corre, se detiene... Abrazos...Volveremos...

YOHA dijo...

HOLA,QUE BONITO ES SABER QUE HAY PERSONAS QUE TIENEN UN ESPECIAL INTERES POR LA NATURALEZA,LA CUAL POR ESTAR TAN CERCA NO LA SABEMOS DISFRUTAR.SOLAMENTE QUISIERA SER DUEÑA DE ESE VIENTO Y QUE SE CONVIERTA EN UN REMOLINO DE LIBRES PENSAMIENTOS Y SENTIMIENTOS QUE ESTOY SEGURA QUE ME DARA LA TRANQUILIDAD DE SER DUEÑA DE MI MISMA.CARIÑITOS YOHA